Querida y odiada administración
Yo formo parte de ti, trabajo en el servicio público y me creo y defiendo el servicio público con la misma fuerza y ganas con las que voy a trabajar todos los días y defiendo junto a los pacientes sus derechos.
Querida administración, yo, trabajadora social sanitaria, personal estatutario de la administración, soy tu cara para la ciudadanía, soy tus manos cuando realizo informes, tus oídos cuando oigo los problemas de los pacientes y tus ojos al ver las injusticias, y me lo creo y entonces defiendo en tu nombre lo que veo injusto, lo pongo en conocimiento de Fiscalía si es necesario, relleno reclamaciones junto a mis pacientes, busco con ellos la mejor solución ante las situaciones que plantean.
Me siento parte del sistema, mis informes son tenidos en cuenta y he aprendido cómo hay que hacer las cosas para ser ágiles y resolutivos.
Querida administración, tú sacas instrucciones y normativas que ponen encima de la mesa las reglas del juego, que yo me estudio y aplico. Y de las que informo a quien acude a mí. Y en esas normas hablas de derechos y hablas de plazos (que tú exiges a los demás pero no cumples).
Acuden a mí en busca de ayuda y creen en mí, porque les trato con respeto, porque muestro empatía, y avanzamos hacia una relación de confianza que me permite conocer más a fondo la situación que viven, donde convive la enfermedad con otras dificultades sociales (laborales, económicas, vivienda...).
Establecida la relación les hago una devolución de su situación, de en qué partes el sistema puede ayudar y en qué otras no. Tú no les ves esperanzados, viendo algo de luz a su situación, cuando les explico "existe el reconocimiento de la dependencia", "existe la Pensión No Contributiva", "existe el Ingreso Mínimo Vital", etc.
Pero también te odio, porque les maltrastas, y yo soy tu mano. Porque lo prometido no llega, y en la espera se sufre.
Tu no les ves, acudiendo a mí, mes tras mes, llamando por teléfono, porque en las espera los problemas se multiplican, la desesperanza crece, la capacidad se agota y la preocupación no les deja vivir.
Y yo, que soy tu cara, que soy tus manos, tus ojos y tus oídos no tengo ningún camino para conseguir ser ágil, para ser resolutiva, solo puedo contener, escuchar a la ciudadanía maltratada para sentir en mi propia piel la injusticia vivida por ellos, porque la empatía me lo permite.
Y a odiarte porque ellos no pueden porque tu, que les maltratas, en verdad soy yo, y todavía creen en mí.
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